viernes, octubre 05, 2007
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Hubo una tormenta, en Roma. Llovía. Llovía pero poco. No mojaba las calles sedientas, ni a los turistas sedientos, ni a todas las personas de la ciudad... pero tronaba, como con furia. Lleno de rabia, el cielo, retumbaba en las iglesias... y los patios, los claustros olían a hierba fresca, a húmedo...
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